Perlas de la Torah: Parasha Bamidbar

     La vida es una prueba… En realidad, es más como un largo viaje por el desierto—con pruebas en el camino. Muchas, muchas pruebas.

     Badmibar o Números narra la historia del viaje de los israelitas desde el Monte Sinaí hasta Canaán. A lo largo del camino, los hijos de Israel enfrentaron pruebas y desafíos en la medida en que avanzaban hacia su destino final: la Tierra de la Promesa. Ellos se enfrentaron tanto a triunfos como a fracasos y aprendieron lecciones importantes, con efectos duraderos.

     El viaje de Egipto a la tierra prometida-para nosotros hoy es algo así como una metáfora similar a nuestro viaje espiritual a través de la vida. Así como el viaje de Israel comenzó cuando Elohim los liberó de Egipto, nuestro camino espiritual comienza con una gran salvación cuando nos encontramos con el Mesías y nos sacó de ese Egipto espiritual. Así como Dios llevó a Israel al Monte Sinaí, Mashiaj nos lleva a la revelación de la Torá. Así como la meta de Israel era la Tierra de la Promesa, nuestro destino final es la vida eterna en el OLAM HABÁ el mundo venidero.

     Entre este punto en donde nos encontramos y ese que esperamos-el punto de nuestra redención final nos enfrentamos a pruebas, tribulaciones y todo tipo de aventuras.

Como los hijos de Israel, podemos enfrentar tentaciones, descontentos, guerras y dificultades agonizantes. Como con los israelitas en el desierto, nuestro éxito o fracaso está determinado por nuestras reacciones a estas tribulaciones.

     Pablo utiliza una metáfora similar.

El apóstol comparó la vida de fe con una carrera de atletas. Los que compiten en la carrera mantienen sus ojos en el premio que está adelante. Aunque Pablo era un apóstol poderoso y tenía confianza en su salvación, él no se miraba a sí mismo como que si él ya había llegado a su meta:

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Mashiaj Yeshúa.

Filipenses 3:13-14

En su metáfora de la carrera, Pablo declaró:

Y todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.

1 Corintios 9:23

Su preocupación era que, después de haber predicado a otros, él mismo no se encontrara descalificado en la carrera (1 Corintios 9:27). Si ésos eran los sentimientos de Pablo, cuánto más aún deberíamos de preocuparnos por el premio que tenemos por delante y al que nos estamos aproximando.

     También en Números se nos ilustran los peligros en esta carrera. La generación de israelitas que salieron del Monte Sinaí nunca llegó a la tierra prometida. El viaje por el desierto espiritual de la vida está lleno de dificultades y peligros. Pablo dijo:

Además, si algún atleta compite, no es coronado a menos que compita según las reglas.

2 Timoteo 2:5

Tenemos que estar conscientes de las reglas de la Biblia para esta carrera (este viaje).

Cada día tenemos que comprometernos a presionar de seguir adelante y mantenemos nuestros ojos puestos en la meta que se avecina. El punto no es cuanto hemos corrido en esta carrera, sino ¿podremos llegar a la meta con tantas distracciones en nuestro camino? ¿Cómo saber cuáles obstáculos pueden arruinarnos nuestra carrera y como debemos de quitarlos de nuestro camino, o evadirlos? Allí es donde la Torah nos sirve como la única guía para poder llegar.

     Esto no significa que si como creyentes fallamos, Dios nos envía a la condenación.

Él nunca envió a Israel a Egipto. Pero sí significa, y es urgente que lo entendamos, que hay consecuencias de cómo nos conducimos a nosotros mismos, y hay ricas recompensas para quienes se mantienen en el camino trazado por el Eterno. La recompensa que nos espera es tan alta que no la podemos asimilar en nuestras mentes tan acostumbradas a lo pequeño y limitado. Como dice Juan en el Apocalipsis, “No dejes que ninguno tome tu corona…”

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