Y’hováh dijo a Moshé…
… que al censar a los varones mayores de veinte años, éstos debían pagar cada uno medio “shekel hakodesh” de plata, que sería ofrenda para Él. El dinero así recaudado, sería destinado para sufragar el servicio del Tabernáculo. El Todopoderoso ordenó también hacer un pilón (receptáculo) de cobre para ser utilizado por Aharón y sus hijos para el lavado de manos y pies. Debía estar ubicada en el atrio, a la entrada al Santuario. Para investir a los sacerdotes debía utilizarse una mezcla de aceite de oliva con cuatro hierbas aromáticas.
El Eterno eligió a Betzalel, de la tribu de Yehudá y a Oholiav de la tribu de Dan, quienes eran artesanos, para que supervisaran la construcción del Mishkán. Recordó Y’hováh que todos debían observar el Shabat y así el pueblo cesó de trabajar durante ese día.
Moshé estuvo en el monte Sinaí durante cuarenta días y cuarenta noches, y el pueblo ante el temor de que no regresara, demandó a Aharón la construcción de un objeto para adorar y, así inducido fundió oro de joyas y construyó un becerro. Los judíos llevaron ante el becerro ofrendas, cantaron y danzaron.
Todo esto despertó la ira del Todopoderoso y ordenó a Moshé descender, y por motivo de la corrupción del pueblo, lo destruiría. Moshé le rogó que tuviera compasión sobre ellos y que les diera una nueva oportunidad. Y’hováh oyó los pedidos de Moshé y aceptó apiadarse de ellos.
Moshé descendió…
… con las dos Tablas de la Ley grabadas por el Eterno, y oyó el griterío del pueblo y al ver el becerro y las danzas, arrojó las tablas al suelo.
Destruyó el becerro de oro, echándolo al fuego. Recriminó a Aharón por lo acontecido y éste le contestó que fue forzado por el pueblo.
Moshé pidió a quienes quisieran seguirle, a reunirse a su alrededor, siendo los primeros en acudir la tribu de Leví. Por orden de Moshé, los levitas mataron a trescientos jefes revoltosos.
Moshé rogó al Eterno perdonara al pueblo y que no lo destruya y la respuesta fue que sólo castigaría a quienes pecaron intencionalmente. Moshé levantó su tienda en las afueras del campamento, ya que había sido profanado por el becerro de oro. Y’hováh volvió a asegurarle que Él guiaría al pueblo a la Tierra de Israel.
Moshé ascendió nuevamente al monte con dos nuevas tablas, según lo ordenado por el Omnipotente. Y’hováh descendió en una nube y renovó Su pacto con los Benei Israel, y repitió los mandamientos, entre los cuales se prohibía toda idolatría, obligaba observar las festividades y el Shabat.
Nuevamente Moshé estuvo en la montaña…
… durante cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber, escribió sobre las tablas los Diez Mandamientos (Aseret Hadvarim), y luego descendió. Su rostro brillaba por el resplandor Divino.
Comunicó las palabras del Eterno, a su hermano Aharón, a los ancianos y a toda la asamblea. Luego Moshé se cubrió el rostro con un velo, que sólo se quitaba cuando se encontraba frente al Todopoderoso, o cuando transmitía las palabras de Él al pueblo.
Levantar un censo en este momento era crucial. La congregación de Israel necesitaba conocer su capacidad para enfrentar a los enemigos.
Rabí Péretz Ben Y’húdah M. Th.