Perlas de la Torah: Parashá Beha’alotja

Aconteció que el pueblo se quejó amargamente ha oídos del SEÑOR. Lo oyó el SEÑOR, y se encendió su furor; y un fuego del SEÑOR ardió contra ellos y consumió un extremo del campamento..”

Números 11:1

Dios es lento para la ira — generalmente. Quejarse puede incitar su ira de inmediato. El libro de números contiene varias historias del descontento de Israel en el desierto. En cada historia, los israelitas se quejan de algo y Dios les castiga por quejarse.

La generación en el desierto no era peores quejumbrosos que cualquier otro grupo de seres humanos.

Cada congregación de creyentes de la que he sido parte ha sido contaminada por las quejas incesantes de los miembros.

Los seres humanos somos propensos a quejarnos. A menudo parece que la gente no está contenta a menos que encuentren algo de que estar descontentos. Nada parece complacernos más que quejarnos de lo que no nos gusta y las cosas que no cumplen con nuestra aprobación o llenan nuestras expectativas. Estamos descontentos.

Para una persona de la familia de los redimidos es una obligación superar ese instinto natural humano a quejarnos y criticar.

Todos los días de nuestras vidas están llenas de cosas buenas y cosas malas. Todo ser humano tiene características positivas y negativas. Si nos concentramos en las cosas malas que acompañan a cada día y las características negativas que cada persona posee, pasaremos nuestras vidas enteras en un mundo feo donde todo te sale mal todo el tiempo y todas las personas que conocemos son muy deficientes.

Con un espíritu crítico y nuestras lenguas realmente podemos arruinar nuestras vidas, y las de muchas otras personas. Es imperativo que recordemos que hablar mal, quejarse y murmurar son frutos de la carne, y según Gálatas 5, los que practican tales cosas no heredarán el reino de los cielos.

Pablo nos anima a

“hacer todo sin murmuraciones ni contiendas”

Filipenses 2:14

Quejarse es una forma del “habla maligna” (lashon hara). Trae malos resultados en nuestras vidas y en las vidas de otros. Nadie quiere estar cerca de una persona crónicamente quejosa.

Una persona crítica se queja contra Dios. El pasaje del Didache (dida
kei) nos advierte que quejarse y murmuración son un síntoma de un espíritu altivo y que puede conducir a la blasfemia:

Mi hijo, no seas un murmurador, porque lleva a la blasfemia; ni seas obstinado ni malicioso, porque todo esto engendra blasfemias. Sino sean mansos, ya que los mansos heredarán la tierra. Sean sufridos y misericordiosos y genuinos y suaves y buenos y siempre temerosos de las palabras que has oído.

Didache 3:6-8

Murmurar por cualquier cosa es un signo de una fe muy débil. Una persona de fe tiene confianza en que Elohim está a cargo y está resolviendo todas las cosas para bien. No es dado a quejarse porque cree que todo está en última instancia en las manos de Dios.

El antídoto para un espíritu envenenado, (descontento) es gratitud.

Cuando nos forzarnos a centrarnos en lo bueno y lo positivo, y dar gracias a Dios por todas las bendiciones que diariamente nos otorga, la forma en que experimentamos la vida se transforma. Pero no debemos agradecer a Dios sólo por las cosas buenas. Debemos agradecerle por todo, como dice Pablo, “Dad gracias en todo; porque esta es la voluntad de Dios para nosotros en el Mesías Yeshua” (1 Tesalonicenses 5:18).

El judaísmo enseña que incluso hay una bendición para cuando uno oye malas noticias: “Bendito es el Juez Verdadero”.

Pablo nos insta a “no murmuréis, como algunos de ellos [en el desierto] y perecieron por el destructor. Ahora estas cosas les acontecieron como ejemplo, y fueron escritas para nuestra enseñanza”(1 Corintios 10:10-11).

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