Va’era’ | וָֽאֵרָ֗א
“Y me aparecí”
Torah: Shemot (Éxodo) 6:2-9:35
Haftarah: Ezequiel 28:25-29:21
Brit Jadashah: Revelación 16:1-21
En esta parashá el Eterno se le presenta a Moshé afirmándole que con Su mano fuerte el Faraón dejará ir al Pueblo de Israel y los expulsará de la tierra de Egipto. También le recordó Su Pacto con Abraham, Itzjak y Yaacob, que daría la tierra de Canaán a los Hijos de Israel. Y el pueblo no quiso oír las palabras de Moshé por impaciencia y por sentirse quebrantados por la servidumbre. Moshé temió, ya que si sus hermanos no lo oían ¿cómo lo iba a escuchar el Faraón, aún más por su problema de dicción? Una vez más, el Todopoderoso le dijo a Moshé, que quien hablaría por él sería su hermano Aharón y no obstante el corazón del Faraón sería endurecido por Él y sobre el pueblo egipcio caerían severos castigos.
Moshé tenía ochenta años y Aharón ochenta y tres. El Eterno dijo a Moshé que cuando el Faraón le dijera que hiciera milagros, Aharón debía tomar la vara de Moshé y la arrojaría ante el Faraón y se convertiría en culebra. Así ocurrió y también los magos egipcios hicieron lo mismo, pero el bastón de Aharón se tragó a los bastones de los egipcios. Igualmente, a pesar de este milagro, el corazón de Paró se endureció.
Comenzaron a producirse plagas sobre Egipto. Moshé advirtió al Faraón de lo que iba a ocurrir. La primera fue cuando Aharón, según lo instruido por Moshé, agitó su bastón sobre el río Nilo, sobre canales, lagunas y reservorios, y todas las aguas se convirtieron en sangre. Los peces murieron y hubo un olor hediondo. Todo esto obligó a los egipcios implorar a los judíos que les dieran agua, ya que éstos no sufrieron los efectos de la plaga. El Faraón no cambió su tiesa actitud. Posteriormente Aharón extendió su mano sobre el Nilo y aparecieron ranas que envolvieron la tierra. El Faraón suplicó a Moshé que contuviera los efectos de la plaga y que luego permitiría salir al pueblo. Moshé oró al Eterno para detener la plaga, pero el Faraón no cumplió con su promesa.
Aharón apaleó con su bastón sobre el polvo de la tierra, y éste se convirtió en piojos que envolvían a hombres y animales. Esta plaga, los magos egipcios no pudieron repetirla, admitiendo así la superioridad del Todopoderoso. Pero el corazón del Faraón seguía endurecido.
Moshé señaló que animales salvajes asediarían las casas egipcias, no así las de Goshen donde vivían los judíos. Nuevamente Paró prometió dejar salir al pueblo por tres días para que ofrecieran sacrificios al Eterno, pero cuando se detuvo la plaga, su corazón volvió a endurecer.
Nuevamente Moshé advirtió al Faraón sobre una nueva plaga que afectaría a los animales. Esta mató al ganado de los egipcios, no así al de los hebreos. El Faraón comprobó lo ocurrido, pero no cambió su postura.
El Eterno ordenó a Moshé y a Aharón tomar en sus puños cenizas y arrojarlas hacia el cielo, en presencia del Faraón, las que se transformaron en pústulas sarnosas, atacando a hombres y animales. Los magos también fueron afectados por esta plaga, y, aún así, el Faraón no accedió a los pedidos de Moshé.