Lectura parasha Shemot

Shemot | שְׁמוֹת֙


“Nombres”

Torah: Sh’mot (Éxodo) 1:1-6:1
Haftarah: Jeremías 1:1-2:3
Brit Jadashah: 1 Corintios 14:13-25


La parashá Sh’mot correspondiente al segundo libro de nuestra Toráh, Sh’mot (Éxodo), comienza recordándonos los nombres de los hijos de Ya’acob. Su descendencia fue fecunda y se multiplicaron.

Un nuevo Faraón surgió en Egipto que no conocía lo que Yosef había logrado para Egipto, y temía que los Hijos de Israel se volvieran más fuertes que el pueblo egipcio y por ello inició una política opresora hasta llegar a convertirlos en esclavos. Así fueron obligados a edificar fortalezas y las ciudades de Pitón y Ramsés. Pero los judíos continuaban creciendo aún más, el número de nacimientos sigue incrementándose.

Entonces el Faraón ordenó a las parteras hebreas a que todo varón hebreo recién nacido, fuera arrojado al río Nilo. Pero las parteras no hicieron lo ordenado por el Faraón, dejando así vivir a los niños, bajo la excusa de que las mujeres hebreas daban a luz antes de que ellas llegaran.

 

Y murió Yosef y todos sus hermanos y toda aquella generación. (Éxodo 1:6)

1:11 Entonces les impusieron jefes de tributo laboral que los oprimieran con sus cargas, y edificaron para el faraón las ciudades almacenes de Pitón y Ramesés.

Antes de morir, Yosef reunió a sus hermanos sobrevivientes alrededor de él y les entrega una profecía. El predijo que Y´hováh cuidará de ellos y los sacará de Egipto a la tierra prometida a los patriarcas:

Y José dijo a sus hermanos: “Yo voy a morir, pero Dios ciertamente cuidará de ustedes y los hará subir de esta tierra a la tierra que El prometió en juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob.” Luego José hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: “Dios ciertamente los cuidará, y ustedes se llevarán mis huesos de aquí”. (Génesis 50:24-25).

La profecía viene con una súplica. Yosef asegura a sus hermanos que el Eterno cuidará de ellos y los sacará de Egipto, pero les pide que no dejen sus huesos en Egipto cuando esto ocurra. Es su petición al momento de su muerte.

Exodo 1:1-17 (RVA2015)


Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Todas las personas descendientes directos de Jacob eran setenta. José ya estaba en Egipto.

Murieron José y sus hermanos, y toda aquella generación. Pero los hijos de Israel fueron fecundos y se hicieron muy numerosos; se multiplicaron y llegaron a ser muy poderosos. Y la tierra estaba llena de ellos.

Después se levantó un nuevo rey en Egipto que no había conocido a José, el cual dijo a su pueblo: “He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. 10 Procedamos astutamente con él para que no se multiplique; no suceda que, en caso de guerra, también se una a nuestros enemigos, luche contra nosotros y se vaya del país”.

11 Entonces les impusieron jefes de tributo laboral que los oprimieran con sus cargas, y edificaron para el faraón las ciudades almacenes de Pitón y Ramesés. 12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y se propagaban, de manera que los egipcios se alarmaron a causa de los hijos de Israel. 13 Entonces los egipcios los hicieron trabajar con dureza, 14 y amargaron sus vidas con el pesado trabajo de hacer barro y adobes, aparte de todo trabajo en el campo y de todos los tipos de trabajo forzado.

15 También el rey de Egipto habló a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra y la otra Fúa, y les dijo:

16 —Cuando asistan a las mujeres hebreas a dar a luz y vean en la silla de parto que es niño, mátenlo; pero si es niña, déjenla vivir.

17 Pero las parteras temían a Dios y no hicieron como el rey de Egipto les mandó, sino que dejaban con vida a los niños varones.

Exodo 1:18 – 2:10 (RVA2015)


18 Entonces el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo:

—¿Por qué han hecho esto de dejar con vida a los niños varones?

19 Las parteras respondieron al faraón:

—Las mujeres hebreas no son como las egipcias. Ellas son vigorosas y dan a luz antes de que llegue a ellas la partera.

20 Dios favoreció a las parteras, y el pueblo se multiplicó y se fortaleció muchísimo. 21 Y sucedió que, porque las parteras tuvieron temor de Dios, él también les dio a ellas su propia familia.

22 Entonces el faraón mandó a decir a todo su pueblo: “Echen al Nilo a todo niño que nazca, pero a toda niña consérvenle la vida”.

Cierto hombre de la tribu de Leví tomó por esposa a una mujer levita. Esta concibió y dio a luz un niño; y al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. No pudiendo ocultarlo más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la recubrió con asfalto y brea. Colocó en ella al niño y lo puso entre los juncos a la orilla del Nilo. La hermana del niño se mantuvo a distancia para ver lo que le acontecería.

Sucedió que la hija del faraón descendió al Nilo para bañarse. Y mientras se paseaba con sus doncellas por la ribera del Nilo, ella vio la arquilla entre los juncos y envió a una sierva suya para que la tomara. Cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo:

—Este es un niño de los hebreos.

Entonces la hermana del niño preguntó a la hija del faraón:

—¿Iré a llamar una nodriza de las hebreas para que te críe al niño?

La hija del faraón respondió:

—Ve.

Entonces la muchacha fue y llamó a la madre del niño. Y la hija del faraón le dijo:

—Llévate a este niño y críamelo. Yo te lo pagaré.

La mujer tomó al niño y lo crió.

10 Cuando el niño creció, ella se lo llevó a la hija del faraón. Él vino a ser para ella su hijo, y ella le puso por nombre Moisés[a], diciendo: “Porque de las aguas lo saqué”.

Exodo 2:11-25 (RVA2015)


11 Aconteció cierto día, cuando Moisés había crecido, que fue a visitar a sus hermanos y los vio en sus duras tareas. Entonces vio a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. 12 Él miró a uno y otro lado, y viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. 13 Al día siguiente salió otra vez, y he aquí que dos hebreos se estaban peleando. Entonces dijo al culpable:

—¿Por qué golpeas a tu prójimo?

14 Y él le respondió:

—¿Quién te ha puesto a ti por jefe y juez sobre nosotros? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio?

Entonces Moisés tuvo miedo y pensó: “Ciertamente el asunto ya es conocido”.

15 Cuando el faraón se enteró de este hecho, procuró matar a Moisés. Pero Moisés huyó de la presencia del faraón y se fue a la tierra de Madián, y se sentó junto a un pozo.

16 El sacerdote de Madián tenía siete hijas, quienes fueron a sacar agua para llenar los abrevaderos y dar de beber a las ovejas de su padre. 17 Pero vinieron unos pastores y las echaron. Entonces Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas.

18 Cuando ellas volvieron a Reuel su padre, él les preguntó:

—¿Por qué han vuelto tan pronto hoy?

19 Ellas le respondieron:

—Un hombre egipcio nos libró de mano de los pastores, y también nos sacó agua y dio de beber a las ovejas.

20 Él preguntó a sus hijas:

—¿Y dónde está? ¿Por qué han abandonado a este hombre? Llámenlo para que coma algo.

21 Moisés aceptó vivir con aquel hombre, y él dio su hija Séfora a Moisés. 22 Ella dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Gersón[a], porque dijo: “Fui forastero en tierra extranjera”.

23 Aconteció después de muchos años que el rey de Egipto murió. Los hijos de Israel gemían a causa de la esclavitud y clamaron a Dios, y el clamor de ellos a causa de su esclavitud subió a Dios. 24 Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de su pacto con Abraham, con Isaac y con Jacob. 25 Dios miró a los hijos de Israel y reconoció su condición.

Exodo 3:1-15 (RVA2015)


Apacentando Moisés las ovejas de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, guió las ovejas más allá del desierto y llegó a Horeb[a], el monte de Dios. Entonces se le apareció el ángel del SEÑOR en una llama de fuego en medio de una zarza. Él observó y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés pensó: “Iré, pues, y contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume”.

Cuando el SEÑOR vio que él se acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole:

—¡Moisés, Moisés!

Y él respondió:

—Heme aquí.

Dios le dijo:

—No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es. Yo soy el Dios de tus padres: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.

Entonces Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Y le dijo el SEÑOR:

—Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus sufrimientos. Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, al lugar de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Y ahora, he aquí que el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí; también he visto la opresión con que los oprimen los egipcios. 10 Pero ahora, ve, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel.

11 Entonces Moisés dijo a Dios:

—¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?

12 Él respondió:

—Ciertamente yo estaré contigo. Esto te servirá como señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, servirán a Dios en este monte.

13 Moisés dijo a Dios:

—Supongamos que yo voy a los hijos de Israel y les digo: “El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les responderé?

14 Dios dijo a Moisés:

—YO SOY EL QUE SOY. —Y añadió—: Así dirás a los hijos de Israel: “YO SOY me ha enviado a ustedes”. 15 —Dios dijo además a Moisés—: Así dirás a los hijos de Israel: “El SEÑOR, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes”. Este es mi nombre para siempre; este será el nombre con que seré recordado de generación en generación.

Exodo 3:16 – 4:17  (RVA2015)


16 Ve, reúne a los ancianos de Israel y diles: “El SEÑOR, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: ‘De cierto yo los he visitado y he visto lo que se les ha hecho en Egipto. 17 Y he dicho que yo los sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos; a una tierra que fluye leche y miel’ ”.

18 »Ellos escucharán tu voz, y tú irás con los ancianos de Israel al rey de Egipto, y le dirás: “El SEÑOR, el Dios de los hebreos, ha venido a nuestro encuentro. Ahora permite que vayamos al desierto, a tres días de camino, para ofrecer sacrificios al SEÑOR nuestro Dios”.

19 »Yo sé que el rey de Egipto no los dejará ir sin que una poderosa mano lo obligue. 20 Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y después de esto los dejará ir. 21 También daré a este pueblo gracia ante los ojos de los egipcios, de modo que cuando salgan no se vayan con las manos vacías. 22 Cada mujer pedirá a su vecina y a la que habita en su casa, objetos de plata, objetos de oro y vestidos, los cuales pondrán sobre sus hijos e hijas. Así despojarán a los egipcios.

Entonces respondió Moisés y dijo:

—¿Y si ellos no me creen ni escuchan mi voz, sino que dicen: “No se te ha aparecido el SEÑOR”?

El SEÑOR le preguntó:

—¿Qué es eso que tienes en tu mano?

Él respondió:

—Una vara.

Y él le dijo:

—Tírala al suelo.

Él la tiró al suelo, y se convirtió en una serpiente. Y Moisés huía de ella. Entonces el SEÑOR dijo a Moisés:

—Extiende tu mano y agárrala por la cola.

Él extendió su mano y la agarró, y volvió a ser vara en su mano.

—Esto es para que crean que se te ha aparecido el SEÑOR, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. —El SEÑOR también le dijo—: Mete tu mano en tu seno.

Él metió su mano en su seno, y al sacarla, he aquí que su mano estaba leprosa, blanca como la nieve. Entonces le dijo:

—Vuelve a meter tu mano en tu seno.

Él volvió a meter su mano en su seno; y al volver a sacarla de su seno, he aquí que volvió a ser como el resto de su carne.

—Y sucederá que si no te creen ni te escuchan a la primera señal, te creerán a la segunda señal. Y sucederá que si no te creen a estas dos señales ni escuchan tu voz, tomarás agua del Nilo y la derramarás en tierra seca. El agua que tomarás del Nilo se convertirá en sangre sobre la tierra seca.

10 Entonces Moisés dijo al SEÑOR:

—Oh Señor, yo jamás he sido hombre de palabras, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo. Porque yo soy tardo de boca y de lengua.

11 El SEÑOR le respondió:

—¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve con claridad y al que no puede ver? ¿No soy yo, el SEÑOR? 12 Ahora pues, ve; y yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que has de decir.

13 Y él dijo:

—¡Oh Señor, por favor envía a otra persona!

14 Entonces el furor del SEÑOR se encendió contra Moisés, y le dijo:

—¿No conozco yo a tu hermano Aarón el levita? Yo sé que él habla bien. He aquí que él viene a tu encuentro; y al verte, se alegrará en su corazón. 15 Tú le hablarás y pondrás en su boca las palabras. Yo estaré con tu boca y con la suya, y les enseñaré lo que han de hacer. 16 Él hablará por ti al pueblo y será para ti como boca, y tú serás para él como Dios. 17 Lleva en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.

Exodo 4:18-31 (RVA2015)


18 Entonces Moisés se fue y volvió a donde estaba su suegro Jetro y le dijo:

—Permite que yo vaya y vuelva a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún están vivos.

Y Jetro dijo a Moisés:

—Ve en paz.

19 El SEÑOR dijo también a Moisés en Madián:

—Ve, vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban matarte.

20 Entonces Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los puso sobre un asno y regresó a la tierra de Egipto. Moisés tomó también en su mano la vara de Dios. 21 Y el SEÑOR dijo a Moisés:

—Cuando estés de regreso en Egipto, haz en presencia del faraón todas las señales que he puesto en tu mano. Sin embargo, yo endureceré su corazón, y él no dejará ir al pueblo. 22 Entonces dirás al faraón: “Así ha dicho el SEÑOR: ‘Israel es mi hijo, mi primogénito. 23 Yo te digo que dejes ir a mi hijo para que me sirva. Si rehúsas dejarlo ir, he aquí que yo mataré a tu hijo, a tu primogénito’ ”.

24 Aconteció en el camino, en una posada, que el SEÑOR le salió al encuentro y procuró matarlo. 25 Entonces Séfora tomó un pedernal afilado, cortó el prepucio de su hijo y tocó con él los pies de Moisés, diciendo:

—¡De veras, tú eres para mí un esposo de sangre!

26 Entonces él desistió. Ella había dicho “esposo de sangre” a causa de la circuncisión.

27 Entonces el SEÑOR dijo a Aarón:

—Ve al desierto, al encuentro de Moisés.

Él fue y lo encontró en el monte de Dios, y lo besó. 28 Entonces Moisés refirió a Aarón todas las palabras que el SEÑOR lo enviaba a decir y todas las señales que lo mandaba hacer.

29 Moisés y Aarón fueron, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel. 30 Aarón relató todas las cosas que el SEÑOR había dicho a Moisés, y este hizo las señales ante los ojos del pueblo. 31 El pueblo creyó; y al oír que el SEÑOR había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.

Exodo 5:1 – 6:1 (RVA2015)


Después Moisés y Aarón fueron al faraón y le dijeron:

—El SEÑOR, el Dios de Israel, dice así: “Deja ir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto”.

Pero el faraón respondió:

—¿Quién es el SEÑOR para que yo escuche su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco al SEÑOR ni tampoco dejaré ir a Israel.

Ellos le dijeron:

—El Dios de los hebreos ha venido a nuestro encuentro. Permite que vayamos al desierto, a tres días de camino, para ofrecer sacrificios al SEÑOR nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o con espada.

Entonces el rey de Egipto les dijo:

—¡Moisés y Aarón! ¿Por qué distraen al pueblo de sus labores? ¡Vuelvan a sus tareas! —Dijo también el faraón—: Ciertamente el pueblo de la tierra es ahora numeroso; no obstante, ustedes los han hecho suspender sus labores.

Aquel mismo día el faraón mandó decir a los capataces del pueblo y a sus vigilantes:

—Ya no darán paja al pueblo para hacer los adobes, como hacían antes. ¡Que vayan ellos y recojan por sí mismos la paja! Sin embargo, les impondrán la misma cantidad de adobes que hacían antes. No les disminuirán nada, porque están ociosos. Por eso gritan diciendo: “Vayamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios”. Hágase más pesado el trabajo de los hombres, para que se ocupen en él y no presten atención a palabras mentirosas.

10 Los capataces del pueblo y sus vigilantes salieron y hablaron al pueblo diciendo:

—Así ha dicho el faraón: “Yo no les daré paja. 11 Vayan y recojan por ustedes mismos la paja donde la hallen, pero en nada se disminuirá su tarea”.

12 Entonces el pueblo se dispersó por toda la tierra de Egipto para recoger rastrojo en lugar de paja. 13 Y los capataces los apremiaban diciendo:

—Terminen su tarea, lo de cada día en su día, como cuando se les daba paja.

14 Y azotaron a los vigilantes de los hijos de Israel que habían sido puestos por los capataces del faraón, y les dijeron:

—¿Por qué no han completado su cantidad de adobes ni ayer ni hoy, como antes?

15 Los vigilantes de los hijos de Israel fueron al faraón y se quejaron ante él diciendo:

—¿Por qué procedes así con tus siervos? 16 No se da paja a tus siervos, y con todo nos dicen: “¡Hagan adobes!”. He aquí, tus siervos son azotados, cuando la culpa es de tu propio pueblo.

17 Él respondió:

—¡Están ociosos! ¡Sí, ociosos! Por eso dicen: “Vayamos y ofrezcamos sacrificios al SEÑOR”. 18 Vayan, pues, ahora y trabajen. No se les dará paja, pero habrán de entregar la misma cantidad de adobes.

19 Entonces los vigilantes de los hijos de Israel se vieron en aflicción, cuando les dijeron: “No se disminuirá en nada su cantidad diaria de adobes”. 20 Cuando ellos salían del palacio del faraón, se encontraron con Moisés y Aarón, que estaban esperándolos, 21 y les dijeron:

—El SEÑOR los mire y los juzgue, pues nos han hecho odiosos ante los ojos del faraón y los de sus servidores, poniendo en sus manos la espada para que nos maten.

22 Entonces Moisés se volvió al SEÑOR y le dijo:

—Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? 23 Porque desde que fui al faraón para hablarle en tu nombre, él ha maltratado a este pueblo, y tú no has librado a tu pueblo.

El SEÑOR respondió a Moisés:

—Ahora verás lo que yo haré al faraón, porque solo a causa de una poderosa mano los dejará ir. A causa de una poderosa mano los ha de echar de su tierra.

Jeremías 1:1-2:3 (RVA2015)


Las palabras de Jeremías hijo de Hilquías, de los sacerdotes que estaban en Anatot, en la tierra de Benjamín.

La palabra del SEÑOR le vino en los días de Josías hijo de Amón, rey de Judá, en el año trece de su reinado. También le vino en los días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, hasta el final del año once de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá, es decir, hasta la cautividad de Jerusalén en el mes quinto[a].

Vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

—Antes que yo te formara en el vientre, te conocí; y antes que salieras de la matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones.

Y yo dije:

—¡Oh SEÑOR Dios[b]! He aquí que no sé hablar, porque soy un muchacho.

Pero el SEÑOR me dijo:

—No digas: “Soy un muchacho”; porque a todos a quienes yo te envíe tú irás, y todo lo que te mande dirás. No tengas temor de ellos, porque yo estaré contigo para librarte, dice el SEÑOR.

Entonces el SEÑOR extendió su mano y tocó mi boca. Y me dijo el SEÑOR:

—He aquí, pongo mis palabras en tu boca. 10 Mira, en este día te he constituido sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y desmenuzar, para arruinar y destruir, para edificar y plantar.

11 Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

—¿Qué ves, Jeremías?

Y respondí:

—Veo una vara de almendro[c].

12 Y el SEÑOR me dijo:

—Has visto bien, porque yo vigilo[d] sobre mi palabra para ponerla por obra.

13 Vino a mí la palabra del SEÑOR por segunda vez, diciendo:

—¿Qué ves?

Y respondí:

—Veo una olla hirviente que se vuelca desde el norte.

14 Entonces el SEÑOR me dijo:

—Del norte se desatará el mal sobre todos los habitantes del país. 15 Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice el SEÑOR. Ellos vendrán, y cada uno pondrá su trono a la entrada de las puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros alrededor y en todas las ciudades de Judá. 16 Y proferiré mis juicios contra ellos por toda su maldad con que me abandonaron, pues ofrecieron incienso a otros dioses y se postraron ante la obra de sus propias manos. 17 Tú, pues, ciñe tus lomos y levántate; tú les dirás todo lo que yo te mande. No te amedrentes delante de ellos, no sea que yo te amedrente delante de ellos. 18 Porque he aquí que yo te he puesto hoy como una ciudad fortificada, como una columna de hierro y como un muro de bronce contra todo el país; tanto para los reyes de Judá, como para sus magistrados, para sus sacerdotes y para el pueblo de la tierra. 19 Lucharán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estaré contigo para librarte, dice el SEÑOR.

Vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: “Ve, proclama a los oídos de Jerusalén y diles que así ha dicho el SEÑOR: ‘Me acuerdo de ti, de la lealtad de tu juventud, del amor de tu noviazgo, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en una tierra no sembrada. Santo era Israel para el SEÑOR, primicia de su cosecha. Todos los que lo devoraban eran culpables, y el mal recaía sobre ellos’, dice el SEÑOR”.

1 Corintios 14:13-25 (RVA2015)


13 Por eso, quien habla en una lengua, pida en oración poderla interpretar. 14 Porque si yo oro en una lengua, mi espíritu ora; pero mi entendimiento queda sin fruto. 15 ¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento. Cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. 16 Pues de otro modo, si das gracias con el espíritu, ¿cómo dirá “amén” a tu acción de gracias el que ocupa el lugar de indocto, ya que no sabe lo que estás diciendo? 17 Porque tú, a la verdad, expresas bien la acción de gracias, pero el otro no es edificado.

18 Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos ustedes. 19 Sin embargo, en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi sentido, para que enseñe también a los demás, que diez mil palabras en una lengua.

20 Hermanos, no sean niños en el entendimiento; más bien, sean bebés en la malicia, pero hombres maduros en el entendimiento. 21 En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo, y ni aun así me harán caso[a], dice el Señor. 22 De modo que las lenguas son señal, no para los creyentes, sino para los no creyentes; en cambio, la profecía no es para los no creyentes, sino para los creyentes. 23 De manera que, si toda la iglesia se reúne en un lugar y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o no creyentes, ¿no dirán que están locos? 24 Pero si todos profetizan, y entra algún no creyente o indocto, por todos será convencido, por todos será examinado, 25 y lo oculto de su corazón será revelado. Y de esta manera, postrándose sobre su rostro, adorará a Dios y declarará: “¡De veras, Dios está entre ustedes!”.

Estudios anteriores Beit Meshobeb

Por Rabí Peretz ben Yehudah