¿Somos legalistas?

Otro de los conceptos que muchos usan para referirse a los que hemos retomado las raíces hebreas es que somos «legalistas». Para muchos, no sólo es que somos judaizantes. Según ellos también somos legalistas.

¿Cómo es que una persona llega a ser legalista? ¿Qué es ser un legalista?

De nuevo, está la definición convencional de legalismo y luego está la definición teológica del concepto extraído de la inferencia escritural. En el uso convencional, la iglesia lo define de esta manera: un legalista es alguien que cree que los creyentes deben guardar leyes o mandamientos de la Biblia que ya no se practican en la iglesia.

Por ejemplo, si un pastor fuera a los adolescentes en su congregación y les dijera que no deben hacerse tatuajes porque Levítico 19:28 lo prohíbe, eso sería considerado como una interpretación legalista. Los miembros de su grupo de jóvenes probablemente lo acusarían de ser un legalista. Precisamente porque la iglesia ha legislado que nada de lo prescrito en la Ley debe y necesita ser guardado por los creyentes «novo testamentarios». (Quiero y debo asegurarle que ha habido situaciones como esta en las que esto realmente ha ocurrido). Si yo creo que hacerse un tatuaje es prohibido por la Torá, eso me hace un legalista. Pero yo no soy un legalista en el sentido bíblico.

Legalista no es una palabra bíblica, pero es una idea bíblica. En la Biblia, un legalista es esencialmente lo mismo que un judaizante; es alguien que enseña que debemos guardar los mandamientos de Dios para merecer su gracia, afecto, favor y salvación. Sorprendentemente, los legalistas no eran los fariseos; eran los creyentes que enseñaban salvación por obras. Eran los opositores de Pablo.

Yo no soy esa clase de legalista. Yo soy un gran admirador de los escritos del Apóstol Pablo. Debo repetirlo. Creo que, como dijera Pablo a los Efesios:

«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9).

Para mí, eso significa que no tengo ningún mérito personal suficiente para ganar el favor de Dios, ni puedo generarlo. No creo que usted, o yo, o nadie debe guardar la ley para ser salvo. Pero creo en guardarla porque somos salvos. Esa creencia me hace, erróneamente, según la definición convencional del término, un legalista.

  • Definición convencional de legalista: uno que obliga a los cristianos a vivir, practicar o guardar una determinada norma o mandamiento de la Escritura, aunque es bíblica y que generalmente la iglesia determinó ya no practicar más.
  • Definición teológica de legalista: uno que intenta ganarse la salvación mediante la obediencia a la ley.

Según los parámetros bíblicos tal como se expresa en las epístolas de Pablo, yo no soy un legalista, ni soy un judaizante. Pero según el uso convencional de la terminología, yo soy ambos. En el resto de este estudio explicamos por qué yo creo que puedo considerarme ambos, obviamente según estas definiciones.

Pero surge una pregunta. ¿Cómo un creyente se convierte o puede convertirse en un legalista?

Véalo de esta manera. Hay cosas absolutamente «legales», pero que, con el abuso, pueden convertirse en legalismo. O sea, que a lo legal le agregamos «ismo» y es allí en donde cambia de algo legal a algo que antojadizamente se ha vuelto legalismo. Pienso que esto se da en casi todos los círculos religiosos tanto cristianos como judíos. Iglesias que han hecho mandamientos de cómo se deben vestir los miembros. El uso de prendas y otras cosas, son meros legalismos. No que la Escritura lo sustente, pero con el tiempo han encontrado espacio para llegar hasta los manuales de las iglesias. Si usted lo ve desde esa perspectiva, en la iglesia las ordenanzas del Eterno se han vuelto meras sugerencias, pero las recomendaciones de Pablo, por ejemplo, se han convertido en mandamientos. Claro este en si es un tema para largo debate.

En resumen,

…legalismo es agregar a lo que Dios dijo. Lo que Él dijo es legal, correcto, apropiado… El agregado lo convierte en legalismo.

En Shabat, por ejemplo, los fariseos consideraban que sanar en el séptimo día era una violación del mandamiento. Esa determinación es claramente legalista. Por consiguiente no somos legalistas.

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